Enamorada de la cosmética con raíz, arraigada al territorio y respetuosa con las personas y la naturaleza, Helena Saracho, nutricionista clínica de formación, nos habla de su proyecto “La Biznaguera”, de su manera de entender la cosmética natural y de su empeño por demostrar que también en nuestra higiene básica cotidiana, lo bueno, lo más sencillo y lo local marcan la diferencia. Reconectamos el campo y el laboratorio y os invitamos a sumergiros con nosotras en el apasionante viaje que esta joven malagueña, afincada en Córdoba, emprendió hace ya cinco años para rescatar, y actualizar a las necesidades del siglo XXI, los secretos mejor guardados de los alquimistas de al-Ándalus.
Texto: Lorenza Olivares
Foto: La Biznaguera
Helena Saracho: “Elegimos mejor lo que comemos, sin pararnos a pensar que por la piel se come igual”
El origen de lo que hoy es “La Biznaguera” comenzó a gestarse tras una estancia en Panamá en la que tuviste la oportunidad de conocer los fundamentos de la botánica medicinal indígena. ¿Qué pasó? ¿Por qué una nutricionista abandona el ámbito hospitalario para aterrizar en un proyecto de cosmética artesanal agroecológica?
Siempre he sido una persona muy inquieta. Me formé y trabajé durante varios años como nutricionista clínica, pero en un momento dado tuve la oportunidad de viajar a América Latina en el marco de un proyecto de cooperación sobre medicina tradicional. De vuelta a España, esa experiencia de la mano de médicos botánicos me llevó a profundizar en el mundo de la etnobotánica, la producción agroecológica y la cosmética terapéutica basada en el uso de las plantas. Siempre me gustó la cocina y hacer cosas con las manos, pero no terminaba de verme en el campo. Poco a poco y casi buscando alternativas eficaces para mí misma, empecé un proceso autodidacta que en 2016 desembocó en la puesta en marcha de forma profesional del laboratorio de cosmética ecológica de “La Biznaguera”.
En Tierras Vivas, siempre hemos defendido que a la salud y la belleza de nuestra piel o nuestro cabello se llega en primer lugar por el estómago y por nuestro estilo de vida, pero lo cierto es que también es importante actuar de forma directa desde el exterior, ¿Qué estamos haciendo mal y cómo podemos mejorar nuestros hábitos?
Evidentemente, nuestros hábitos son los que determinan nuestra salud y, por tanto, la de nuestra piel. La cosmética, en la que englobamos tanto productos de belleza como de higiene personal, es un extra. Pero un extra muy importante ya que, por un lado, la piel es nuestro mayor órgano, el más extenso y el más expuesto y por eso debemos cuidarla y alimentarla también directamente, pero es que además, debemos hacerlo asegurándonos de que no estamos dándole entrada a nuestro organismo a sustancias perjudiciales.
Cada vez más personas empiezan a preocuparse por los alimentos que ingieren, sin darse cuenta de que por la piel comemos igual. El peor aditivo que podamos encontrar en el etiquetado de un alimento es una broma si lo comparamos con algunas de las sustancias tóxicas con las que estamos en contacto a diario cada vez que nos damos una ducha o nos lavamos los dientes. Y aunque la evidencia científica sobre sus efectos nocivos está ahí, y de hecho deben explicitarse a través de bibliografía en las fichas de seguridad de cada producto, son totalmente legales.
El 90% del menú que hoy nos propone la industria cosmética convencional lo componen ingredientes derivados del petróleo
Y es más, la lógica está tan pensada al revés y tan al servicio de la industria que, por ejemplo, para proteger el secreto de una fórmula la legislación permite que en tu etiqueta puedas obviar hasta 500 sustancias diversas con solo indicar la palabra “perfume”. Si en alimentación debemos alertar hasta de una traza de apio o cacahuete, ¿por qué los consumidores no tienen derecho a conocer todos y cada uno de los ingredientes que contiene la crema que utilizan? La situación a veces es tan surrealista que incluso hemos tenido algunos problemas por utilizar ingredientes “demasiado” inocuos, como por ejemplo, el zumo natural de limón o de mandarina en lugar de su homólogo de síntesis, el ácido cítrico, al no existir referencias bibliográficas suficientes sobre su grado de toxicidad.
Aunque los consumidores seguimos sin quejarnos por no entender la etiqueta del champú, parece que al menos ya empezamos a estar familiarizados con algunos términos como los famosos “parabenos” ¿es un avance?
Bueno… sí y no. El 90% de las sustancias utilizadas en productos cosméticos son derivados del petróleo (siliconas, vaselinas, parafinas, aceites minerales…) que no deberían llegar a nuestro organismo a través de la piel. Ahora vemos muchos cosméticos sin parabenos (conservante sintético que actúa como disruptor hormonal) o con menor proporción del famoso Sodium Lauryl Sulfate (tensioactivo aniónico, el responsable de hacer espuma, que contiene un dioxano, posible cancerígeno y especialmente peligrosos en niños), pero muchas veces al final lo que ocurre es que la industria sustituye ese ingrediente por otro igual y seguimos sin enterarnos. Se protege la propiedad industrial de una empresa, pero ¿quién nos protege a nosotros? La incidencia de enfermedades desencadenadas por factores ambientales, como la Sensibilidad Química Múltiple o la Fibromialgia, no para de crecer. Sobre todo entre las mujeres, tradicionalmente doblemente expuestas a cosméticos y productos de limpieza. Cada vez más bebés presentan problemas de piel atópica o dermatitis sin haber tenido tiempo a exponerse a los tóxicos del ambiente porque estos tóxicos están ya en el cuerpo del bebé al nacer, transmitidos a través de los genes y durante el embarazo y la lactancia. Para mí, todo esto deberíamos tomarlo como una señal de alerta. Estos casos hacen visible lo que en realidad nos está pasando a todas, sin que, por el momento, las autoridades parezcan tomárselo de verdad en serio.
Frente a la gran industria, sin embargo, cada vez es más frecuente encontrar pequeños proyectos de cosmética natural. ¿Qué caracteriza a los productos de “La Biznaguera”?
Me gusta pensar que mi trabajo se distingue, principalmente, en dos grandes valores: la simplicidad y la cercanía. Por un lado, en La Biznaguera hacemos una cosmética que se come. ¡O que casi casi se podría comer! Nuestro ingrediente estrella es la avena ecológica, tanto en forma de harina, como de licuado (leche vegetal) a partir del propio grano de este cereal hipoalergénico. Además, el 92% de las materias primas que utilizamos en nuestros productos son comestibles y totalmente naturales: miel, cera de abeja, plantas secas a partir de las cuales elaboramos aceites macerados o tinturas, aceites vegetales de primera presión en frío de oliva, almendras, argán, frambuesa, comino negro, etc., jugos de frutas, aceites esenciales puros o arcillas. Intentamos simplificar al máximo los procesos de elaboración, para mantener las propiedades terapeúticas y nutritivas de los ingredientes que usamos. Si podemos hacerlo en dos pasos, ¿por qué hacerlo en tres?
Inspirada en la cultura y los aromas de Al-Ándalus, la cosmética artesana de La Biznaguera utiliza más de un 90% de ingredientes naturales comestibles
Por otro lado, en la Biznaguera priorizamos las materias primas cercanas y de las que conocemos no solo su procedencia, sino también su historia. El aceite del árbol del té, por ejemplo, es fantástico, pero yo he preferido centrarme en los ingredientes de la tradición mediterránea y andalusí. Rescatamos los aromas de las plantas usadas por nuestras abuelas y trasmitidas de generación en generación. No podemos prescindir totalmente de algunas materias primas foráneas, como el aceite de coco (del cual se extraen el tensioactivo que usamos en nuestros geles y champús), pero nos estrujamos la cabeza para descubrir o más bien redescubrir, esas otras opciones, culturalmente más arraigadas e igualmente efectivas. Está siendo una labor de investigación muy gratificante. Trabajar, por ejemplo, con tomillo blanco, la mejorana española (Thymus mastichina), una especie endémica de la península muy poco utilizada ya incluso en la cocina, nos está aportando una identidad propia y la posibilidad de arraigar de verdad el proyecto a la tierra.
Pese a su juventud, “La Biznaguera” ya cuenta con una gama completa de productos faciales (crema nutritiva, equilibrante, hidratante o antioxidante y bálsamos labiales), corporales (jabón, champú, gel de ducha, desodorante, dentífrico y crema de manos) y de cuidado de la piel del bebé y pieles sensibles, además de una colección de perfumes sólidos y agua fresca. Todos los productos de “La Biznaguera” están certificados por el laboratorio independiente BIO.Inspecta a través de la Asociación Vida Sana; están 100% libres de tóxicos, sin transgénicos, sin ftalatos, parabenos, siliconas o detergentes químico-sintéticos y se elaboran de forma totalmente artesanal en su laboratorio de Córdoba, por supuesto, sin ningún tipo de sufrimiento animal. ¡Descubre ahora todos sus productos en Tierras Vivas Online!