Son aquellas variedades de cultivos seleccionadas año tras año mediante métodos tradicionales por los agricultores destacando alguna característica de interés determinada (resistencia a plagas y enfermedades, color, sabor etc). Son por lo tanto, variedades más adaptadas a la zona donde han sido cultivadas que las de origen comercial. En los últimos años, la pérdida tan intensa de este tipo de variedades ha terminado por crear conciencia sobre la importancia de su conservación, surgiendo diversas iniciativas que apuestan por una recuperación de nuestro patrimonio vegetal, a través del intercambio de semillas de estas variedades.