Se denomina bienes públicos a aquellos que están disponible para todos sin que el uso por una persona perjudique o impida el uso simultáneo por otros (principio de no exclusión) y sin que se pueda impedir su usufructo por usuarios potenciales o reales (no rivalidad). Algunos ejemplos de “bienes públicos” son, por ejemplo, el aire, el agua o el paisaje. Son todos los recursos naturales, así como los servicios ambientales que producen y el valor simbólico, de su mantenimiento en el tiempo. Estos bienes son bienes comunes, es decir, son de todos y por eso, tenemos la responsabilidad de mantenerlos, mejorarlos y conservarlos en el tiempo para las generaciones futuras.